
JOSÉ ANTONIO ZAMUDIO
Editor del blog «Setenil, pueblo insólito»
Publicado en la revista de 2023
El enfrentamiento entre Cristianismo e Islam dotaba a la guerra contra el reino nazarí de Granada de un rasgo inequívocamente religioso, que la implicación vigorosa del clero se encargó de remarcar, incluyendo la concesión por el papado de la Bula de Cruzada.
Fernando II de Aragón, el Católico, conquistó la villa de Setenil en 1484 anexionándolo a las coronas de Castilla y Aragón. Conquistada la villa se procede a convertir la vieja mezquita en iglesia católica bajo la advocación de la Encarnación, tal como se venía haciendo en todos los lugares conquistados, remarcando el nuevo carácter católico de la villa al ser la encarnación de María, un hecho diferenciador por no reconocido en la fe musulmana.
Enseguida se inicia la repoblación de la plaza, que por su importancia ha de hacerse con “cristianos viejos” que son aquellos “que descienden de cristianos, sin mezcla conocida de moro, judío o gentil»,
Isabel “la Católica” donó una importante cantidad de dinero para adquirir los objetos de culto y vestuario de la nueva iglesia y que se complementó con las aportaciones que con el mismo fin hizo Francisco Enríquez de Ribera, primer alcaide cristiano de la villa. Los ornamentos y ropajes religiosos con que cuenta la parroquia de Setenil son sin duda otro importante tesoro del pueblo.
La repoblación conlleva el repartimiento de tierras y casas, en el que se provee a la citada iglesia de estos bienes, así mismo se proveyeron ocho caballerías de tierra para la ermita de San Sebastián Mártir que “nos hemos de mandar hacer”. Lejos de la leyenda que se creó, la elección de la advocación se corresponde con la creencia en que este Santo era protector contra las epidemias, tan frecuentes en la época, así como a la protección que se le atribuía en favor de los soldados.

El 30 de octubre de 1504 es nombrado Obispo hispalense Fray Diego de Daza y un año más tarde ordena la construcción de la nueva iglesia parroquial de Setenil, que comenzando desde el altar irá devorando la vieja iglesia en que fue convertida la mezquita.
En 1551 se crea la Hermandad de la Santa Vera-Cruz, los Blancos, mediante petición formulada por el Obispo de Málaga Fray Bernardo Manrique de Lara, y otorgado mediante bula en 1590 por el Papa Sixto V. Paralelamente a ello tiene lugar el origen de la Procesión del Silencio, estandarte de la Semana Santa de Setenil que revive año tras año la tradición ancestral de traer al Cristo de la Vera Cruz desde la ermita de San Sebastián hasta la Parroquia de la Encarnación, “envuelto en un blanco sudario con crespones negros”, sin música, sin paso, sólo las promesas, los círios, los rezos y el canto, aún hoy día en latín, por el pueblo sin más luz que la luz de la luna. Un Cristo y una hermandad vivos entre sus gentes, desde aquel Juan Guerrero Toledo que en 1566 pide en Testamento que su cuerpo sea acompañado por la luz y la cera de la Vera Cruz hasta Cencerrito, el famoso bandolero de Setenil, que acercándose a uno de los portadores del paso ocupó su puesto para portarlo.
Y allá por el año de 1564 mientras la nueva iglesia de aires catedralicios sigue avanzando sabemos de la existencia de otra ermita la de San Benito, que al igual que la de San Sebastián se apunta que fueron erigidas sobre morabitos árabes.
Esta villa, que cuenta ya tres iglesias y el quehacer de la Hermandad de la Santa Vera Cruz recibe la visita en 1587 del obispo D. Garcia de Haro en su viaje de Cádiz a Málaga para tomar posesión de la Diócesis malacitana, y que, impresionado, se propone crear un seminario en Setenil conforme al Concilio Tridentino, que el Concejo de la villa aprueba el 6 de abril de 1596. Un edificio que perdurará hasta la década de los años 70 del siglo XX, en el que lastimosamente se derribó.
Ha pasado en torno a un siglo desde el inicio de las obras y la iglesia continúa inacabada, lo que provoca la queja de los vecinos señalando que los obispos de Málaga se habían llevado los bienes y rentas de la fábrica eclesial, dejando la parroquia sin dinero para poder terminarla. De forma simultánea el tanto tiempo transcurrido obliga a que la iglesia necesite de las primeras reparaciones, de lo que se ocupa Pedro Díaz Palacios, maestro mayor de las obras de la Catedral de Sevilla desde 1571 y desde 1599 aparejador de las obras de cantería de la diócesis de Málaga de la que ese mismo año pasará a ser Maestro Mayor. Paralelamente se trabaja igualmente en el embellecimiento interior del centro. Es por esos años, concretamente en 1619, cuando se le encarga a Alonso de Mena la talla del resucitado que los blancos procesionan el Domingo de Resurección.
Por aquel entonces era habitual el establecimiento de capellanías, fundaciones perpetuas hechas con la obligación aneja de cierto número de misas u otras cargas espirituales que debe cumplir el poseedor, en la forma y lugar previstos por el fundador, de las que las iglesias setenileñas son igualmente portadoras, pero he aquí, que al fallecer en 1623 Cristóbal del Pino deja una de 2000 ducados en la ermita de Nuestra Señora de la Concepción de Setenil, una ermita que estaba situada en la plaza del mismo nombre a espaldas o próxima a la ermita de San Benito.
Esta ermita de San Benito el 20 de Febrero de 1670 acoge la primera “Escuela de Cristo” a celebrar por la Hermandad de la Vera Cruz todos los sábados de cuaresma por la noche. Mientras tanto el seminario languidece hasta tal extremo que un año más tarde habrá dejado de funcionar.
En el fervor religioso de la zona, destaca por entonces el culto a la Virgen de Caños Santos, de la que Setenil contaba con una hermandad filial que acude cada año el 8 de septiembre al Convento donde se venera su imagen.
Mientras las iglesias continúan incorporando nuevos retablos e imágenes, en 1702 los Clérigos Menores de Málaga deciden volver a crear el Seminario de Setenil en los locales que ocupaba el Hospital de Santa Catalina que ya no funciona, para lo que, el 26 de Octubre de ese mismo año S.M. El Rey concede autorización para un nuevo seminario en Setenil con las rentas del Hospital.
La influencia de todo ello en la población debió favorecer vocaciones, de la que sí que tenemos noticias es de la de Fray Francisco de Setenil, quién ocupó la guardantía del convento capuchino de Jaén, siendo destacable su colaboración con la Real Sociedad Económica de la Ciudad y Reino de Jaén. Fervor o costumbre del que años más tarde dejó constancia el alcalde de Setenil con motivo de los daños que sufrió la iglesia por el terremoto de Lisboa de 1755 “a tiempo que corría el reloj público de esta villa de las diez a las once, algunos minutos después de las diez y, en ocasión que la mayor parte del vecindario se hallaba convocado en su Parroquial de Santa María de la Encarnación, en la misa solemne del pueblo…..” “quedando en ella algunas personas seculares conmigo, que nos hallábamos en la Capilla Mayor y algunos sacerdotes, que ocupados en el ministerio sagrado del altar, y confesionarios…”
Debían transcurrir estos años cuando, según la tradición, los hermanos Cabrejas construirían la cuarta de las iglesias de Setenil, la ermita de la Virgen del Carmen, la Virgen del mar, patrona a la postre de un pueblo en mitad de la sierra, aunque si poblado de un mar de olivos. Y es a finales de este siglo, allá por el año de 1792, cuando un grupo de hermanos blancos disconformes fundarían el otro pilar básico de las hermandades de Setenil, los Negros, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de la Soledad, con sede en la ermita de San Benito.
Retomaremos en otro momento las notas para saber más de todo ello, de las iglesias, del importante quehacer de las hermandades, no sólo de carácter religioso sino de una labor social de capital importancia, del patrimonio perdido, de lo acontecido en el XX, etc.
