Es inmenso el mérito de costaleros que obran cada año el milagro de la salida de la Villa en la albarrá o el enorme esfuerzo de cargar con nuestros formidables tronos en esa carrera oficial tan maravillosa de ver como dura de sufrir, con cuestas pronunciadísimas, tan difíciles de subir como de bajar, y giros imposibles como el de las Cuevas de la Sombra. Esa calle Reyes Católicos, esa Cantarería en descenso, ese pecho de la Plaza... Sirva este artículo de homenaje a nuestros esforzados hombres de trono. Aquí podéis ver una amplia selección de fotografías de todos las procesiones y podéis leer la oda al costalero de José Antonio García García.

JOSE ANTONIO GARCÍA GARCÍA
Vocal de Protocolo y Relaciones Institucionales

El costalero de la Santa Vera+Cruz es una persona sin igual, y no hay en el mundo cofrade otro con el que poder comparar. Es un hombre forjado en los tajos, la sierra y el olivar, que sin florituras, grandezas, aspavientos, ni ensayar, cada año, como si por arte de magia se tratara, cuando llega el Jueves Santo, aparecen uno detrás de otro para incrustarse en su varal.

El varal, ese trozo de metal al que han moldeado con el hueso de su hombro, al igual que sus costillas, castigadas año tras año, saben cobijar con suprema facilidad, cuando llegan los desniveles de la calle Cantareria, la albarrá de la Villa, o la puerta de Rafael Corral.

En el Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección, todos ellos cambian el mono de trabajo utilizado en el carbón, el olivar, la dehesa, la oficina o el bar, por la corbata y la medalla, junto con su promesa infinita, hasta que su cuerpo pueda aguantar.

Los hay mayores, los hay jóvenes, veteranos y nóveles, pero cuando el capataz ordena la levantá a la voz del martillo todos se funden en una melodía, que, junto con el entorno procesional, el abrigo de los tajos y las calles encalás, el vello se eriza y las lágrimas corren como el rocío en la madrugá.

Son veinticuatro hombres de trono, que nada tienen que envidiar, saben lo que necesitan, y a su titular se lo deben, cada año con fe, amor e implicación, se agarran al terciopelo del varal, y con agradable esfuerzo y motivación, realizan la estación de penitencia con honor, sacrificio y gran satisfacción.

Unos van debajo de la columna del Amarrao, otros sintiendo la Cruz de Cristo, algunos bajo el manto de Ntra. Sra. de los Dolores, con gran alegría otros portan a Ntra. Sra. del Rosario, y como no y abriendo las puertas del cielo, otros celebran la vida con nuestro Señor Resucitao.

Pasarán otros 365 días hasta que vuelvan a cambiar su uniforme de jornalero por el hábito de costalero, pero tened por seguro, que llegado el Jueves Santo, todos con sus penas y sus alegrías, volverán a portar a su titular, en silencio, tranquilos y con la mejor voluntad.