SEBASTIÁN BERMÚDEZ HORMIGO
Pongámonos en situación y esbocemos los primeros momentos de la construcción de la Iglesia Mayor en la villa.
Como es conocido, la iglesia de Ntra. Sra. de la Encarnación, posiblemente, no debió ser comenzada antes del final del siglo XV o principios del XVI, según podemos deducir de la fecha de conquista de Setenil: el 21 de Septiembre de 1484. Por cuanto se refiere al periodo o estilo al que esta seo pertenece, podemos encasillarla en el llamado tardo-gótico o gótico isabelino. En esta época ya se dominan todas las particularidades del estilo gótico y los artistas se recrean en la decoración, introduciendo incipientes elementos del nuevo estilo que viene: el clasicismo renacentista.
Teniendo en cuenta la fecha de conquista y que se tardaría cierto margen de años en encontrar la coyuntura económico-financiera adecuada para emprender el levantamiento de semejante edificio religioso, cabe suponer que la fecha aproximada de inicio de la empresa debió rondar la fecha anteriormente propuesta (últimos años del siglo XV y la primera década del siglo XVI). De esta centuria -el largo siglo XVI- no se tienen noticias sobre quienes fueron los artífices reales de la obra de construcción y de sus diseños.
Comenzada a levantar bajo el patronazgo de los Reyes Católicos y bajo la encomienda y supervisión del arzobispado de Sevilla; podemos decir que en los primeros momentos constructivos de la fábrica de la iglesia, prima el interés por contar con espacio consagrado, elevándose de forma más o menos rápida la nave de obra mudéjar que ha permanecido hasta nuestros días. De esta primera época (comienzos del siglo XVI) no tenemos noticias de maestros o artistas significativos, y no es de extrañar, porque la manufactura no es de la calidad debida a un gran maestro de la época lo que explica que la autoría permanezca en el anonimato, entre otras muchas razones que no viene al cosa comentar.
La obra de nuestra iglesia, parece ser que fue impulsada por Fray Diego de Deza, quién fuese preceptor del infante Don Juan -hijo de los Reyes Católicos-, Inquisidor Mayor del Reino y Arzobispo de Sevilla entre 1504 y 1523. Podemos constatar que su principal comitente fue el arzobispado sevillano, como podemos observar en los 2 escudos eclesiásticos que decoran los tramos oblicuos del presbiterio, con el capelo rojo y las 4 borlas colgantes sobre los escudos.
A pesar de los esfuerzos financieros de la curia eclesiástica sevillana, la obra de esta iglesia sufrió numerosos contratiempos e impidió la intervención de maestros de primer rango que estaban ocupados en otros edificios más importantes para la diócesis. No será hasta comenzado el siglo XVII cuando podamos identificar a un maestro de obras. Tal y como en su día demostró la profesora Mª. Dolores Aguilar, parece que en 1614, el maestro Pedro Díaz de Palacios interviene en diversas obras de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Encarnación. Hasta hace poco se ha venido creyendo que este arquitecto, tuvo cierta formación clasicista, fue maestro mayor de las obras de la Catedral de Sevilla y en 1590 es nombrado responsable de las obras de la Catedral de Málaga y los edificios pertenecientes a esta diócesis. Pero esto no es del todo cierto.
¿Quién fue Pedro Díaz de Palacios? Al respecto, cabe indicar que recientes trabajos de investigación sobre este arquitecto han cambiado sustancialmente lo que hasta hace poco se había escrito. Durante la década de los ochenta y noventa del siglo pasado, se creía que Pedro Díaz de Palacios, era un único individuo que trabajó en las obras de la catedral de Sevilla en torno a 1570 y que, posteriormente, en 1599 será nombrado aparejador de las obras de cantería de los edificios dependientes del cabildo catedralicio de Málaga.
Las investigaciones realizadas por Eduardo Carrero y Vera González, han demostrado que los “Díaz de Palacios” constituyeron una saga de artistas de renombre durante los siglos XVI y XVII. Éstos eran una de las cuadrillas de canteros de mayor renombre en la zona oriental de Cantabria, de donde son oriundos. De Cantabria, la familia partió a diversos lugares como Sevilla, Málaga, Burgos o Valladolid, donde se ha podido constatar su presencia. Durante los noventa años que van desde 1569 a 1659, están documentados, al menos, tres maestros diferentes con el mismo nombre.
El primer Pedro Díaz de Palacios ya en 1569 A la muerte de Hernán Ruiz II, es elegido como maestro mayor de la catedral de Sevilla, interviniendo en la obra decorativa de su Capilla Real, aunque -al parecer- de modo no conforme a los deseos del Cabildo, que en 1574 lo sustituye por Juan de Maeda, por entonces maestro mayor de la catedral de Granada. Su ámbito de trabajo se centró en Andalucía, dedicándose fundamentalmente a la traza de retablos.
No obstante continúa al frente de las obras del arzobispado, interviniendo en algunas de las iglesias que entonces se levantaban o reformaba, tales como el campanario de la iglesia de Constantina, o las Capillas sacramentales de la Iglesia de Santa María de Carmona o de la iglesia parroquial de El Pedroso. También trabajó como retablista, donde alcanzó notables éxitos, trazando el Retablo de la Iglesia de Aznalcóllar (1584), el grandioso retablo de la Iglesia de Santiago de Écija, de 1587, y el de la Iglesia de Sanlúcar la Mayor. Fallece entre 1598 y 1601 en San Miguel de Aras (Cantabria) a donde regresó para realizar las obras de una sacristía.
El Segundo Pedro Díaz de Palacios, trabajó en la diócesis malagueña como maestro mayor del cabildo catedralicio, realizando las obras del coro de la Catedral de Málaga, obras de reparación y nueva construcción de parroquias locales dependientes de Málaga. Sus actuaciones fueron diversas, desde obras de reparación en templos ya construidos hasta el levantamiento de elementos arquitectónicos y/o espacios de nueva planta. Su formación como tracista y carpintero le llevo a dirigir numerosas obras de este campo en pequeñas iglesias como las de Grazalema, Villaluenga, Benaocaz y Setenil en 1614.
Se sabe que Pedro Díaz fue un hombre muy polifacético que, además de arquitecto y tracista de retablos, trabajó como ingeniero de algunas obras en el puerto de Málaga . También mantuvo relación artística con Alonso de Vandelvira, hijo del gran arquitecto Andrés, a quien en 1605 el maestro Díaz de Palacios le encarga construir la capilla Mayor del convento de San Francisco en el Puerto de Santa María.
El tercero en discordia, es un Pedro Díaz de Palacios que desarrolla su carrera en tierras castellanas (Peñafiel, Aranda de Duero, Sepúlveda,…) y parece ser hijo del que trabajó en Málaga.
Es bastante probable que el maestro mayor de las obras de la diócesis malagueña sea hijo del que trabajó en Sevilla, y es el que intervendrá en la iglesia setenileña. Seguramente la intervención real de Pedro Díaz en Setenil se circunscribió a reparar las cubiertas de madera del tramo de nave de obra mudéjar, los artesonados de las sacristías y a dar las trazas de los retablos que adornaban el crucero.
Junto a él trabajaron tres tallistas y carpinteros que fueron Bartolomé Alcántara, Diego Jiménez Sarriá y Diego Jiménez Castro (posiblemente hijo del anterior, quienes ejecutaron las obras en madera de las parroquias antes mencionadas, incluida la de Setenil de las Bodegas, en 1614. Con seguridad, esta tríada de artistas fueron los tallistas y artífices de algunos de los espléndidos artesonados de estos edificios y de los retablos que los adornan. El maestro Pedro Díaz será quien dé los diseños, las trazas, y estos tres artistas serán los responsables de ejecutarlas conforme al programa iconográfico que se haya determinado.
De todos es sabido que los retablos que en esta época se realizaron para adornar las Iglesia Mayor han desaparecido, lo que nos impide poder comentarlos como es debido. Solo tenemos alguna referencia fotográfica de comienzos del siglo 20. Gracias a un documento gráfico sabemos que el testero central del altar mayor estaba cubierto por un hermoso retablo de tres cuerpos y tres calles que albergaba tanto esculturas como pinturas y un Cristo crucificado en la espina central del retablo. En el testero sur, junto al muro de la sacristía se levantaba otro pequeño retablo, de ornato y estética muy similar al enmarcamiento en madera que tiene el altar de Ntra. Sra. del Carmen en su ermita. Las huellas de estos elementos muebles podemos encontrarlas, hoy día, en los muros de Iglesia.
Este templo tiene todavía muchas cosas que contarnos y seguramente se vayan sucediendo nuevos estudios e investigaciones que nos permitan conocer mejor nuestra historia. Yo sólo he pretendido aportar un pequeño grano de arena en el vasto arenal del estudio de la historia, que es -y deseo que sea- discutible y rebatible con nuevas pruebas y evidencias científicas.