JUAN IGNACIO MARÍN
Publicado en la Revista Vera+Cruz en 2024
En la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de Setenil de las Bodegas existe desde hace siglos un políptico conocido coloquialmente como retablo de la Anunciación, por su tabla central, compuesto de nueve tablas con escenas del Nuevo Testamento y representaciones de santos. Este políptico ha sufrido varios avatares a lo largo de su existencia, resultando con daños en algunas de sus tablas, que provocaron una restauración (conservación, en sentido estricto) en la década de los años 60 del s.XX, siendo su análisis previo a la intervención el primer estudio que se realizó sobre dicha obra. Aunque ocho de esas nueve tablas que la componen tienen una filiación iconográfica precisa, la última es dudosa por sus defectos pictóricos. En este trabajo pretendemos arrojar luz sobre la iconografía e iconología de este último cuadro.


El políptico consta de nueve tablas unidas y separadas exteriormente por molduras, con un tamaño de 3.25 m de alto en la parte central y 2.74 en las laterales, y una anchura de 2.34 cm. El soporte es madera de pino, en tablas ensambladas, presentando grietas, faltas de pintura, etc, debido a humedad y abandono. La restauración consistió en limpieza, fijación y relleno de grietas para dar solidez y continuidad al conjunto. Coloquialmente este políptico se conoce como ”Retablo de la Anunciación” por el motivo de la tabla central. Los motivos iconográficos de las diferentes tablas están bien adscritos desde siempre, siendo, de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha según observaría un espectador: Cristo ante Herodes, Cristo atado a la columna, Cristo ante Pilatos, Adoración de los Reyes, Anunciación, Nacimiento, San Miguel, San Pedro y San Pablo , y, por último ¿Santa Bárbara? El técnico restaurador la marca con una interrogación, por su dudosa adscripción debido a las faltas pictóricas que presenta.
Los polípticos fueron muy populares en la Europa de los siglos XIV y XV en cualquiera de sus versiones: dípticos, trípticos, etc. Consistían en una serie de tablas que se podían (o no ) cerrar una sobre la otra, de tal modo que formaban una especie de caja que se podía transportar con facilidad. En todos los polípticos los temas siempre estaban relacionados de tal manera que formaban un conjunto coherente. En nuestro caso no parece que la intención nunca hubiera sido la de plegarse o ser portátil, sino exhibirse tal cual se muestra actualmente. Ignoramos si la obra se compuso ex profeso para la parroquia, si fue una obra acabada para otra finalidad y adquirida y entregada en donación a la parroquia, etc.
La ausencia de la figura del donante en las tablas inferiores nos indica, por prueba negativa, que no fue un encargo de un particular en cualquier caso. La tabla que nos ocupa en este artículo, la referida a Santa Bárbara, es una figura venerada en la tradición católica como una santa y mártir cristiana. A nivel iconológico e iconográfico, su representación visual ha sido tema de inspiración para numerosos artistas a lo largo de la historia.
Iconológicamente, Santa Bárbara de Nicomedia es conocida por ser una de las Catorce Santas Auxiliadoras, un grupo de santas invocadas para proteger y ayudar en momentos de necesidad. Su imagen se asocia comúnmente con la protección contra tormentas y rayos, así como contra la muerte repentina. En términos iconográficos, Santa Bárbara se representa a menudo como una joven doncella con vestimenta medieval, a veces con una armadura para simbolizar su condición de mártir. Suele llevar una palma, que es un símbolo del martirio, y una espada, que representa su decapitación. Ocasionalmente se la muestra sosteniendo una torre o un rayo, aludiendo a su historia legendaria.

En el inicio del siglo III, en Nicomedia, cerca del mar de Mármara, nació una joven llamada Bárbara. Era hija de un sátrapa llamado Dióscoro, quien por temor a que se casara a temprana edad y para evitar que se convirtiera al cristianismo, la mantuvo encerrada en un castillo. A pesar de las restricciones impuestas por su padre, Bárbara anhelaba recibir el bautismo, por lo que antes de ser recluida en la torre, acudió a una piscina cercana y se sumergió tres veces, proclamando su deseo de ser bautizada en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Durante su reclusión, la joven contó con maestros que le enseñaron poesía, filosofía y otros temas. Fue durante este tiempo que abrazó la fe cristiana y solicitó a Orígenes, un destacado erudito cristiano, que la instruyera en su nueva creencia. Tras su bautismo, mandó construir una tercera ventana en su habitación, simbolizando la Santísima Trinidad. Cuando su padre regresó y descubrió su conversión, le propuso un matrimonio, pero Bárbara, decidida en su compromiso con Cristo, se negó, afirmando que había elegido al Señor como su esposo. Esto provocó la ira de su padre, quien, siguiendo las creencias paganas, intentó matarla. Sin embargo, Bárbara logró escapar milagrosamente atravesando una pared y encontró refugio en una roca que se abrió para acogerla.
A pesar del milagro, fue capturada nuevamente. El prefecto Marciano trató de persuadirla para que renunciara a su fe, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Luego, ordenó que la torturaran cubriendo su cuerpo con una tela áspera, lo que provocó que sangrara profusamente. Sin embargo, durante la noche, Bárbara experimentó una visión y fue completamente sanada. Al día siguiente, el prefecto la sometió a torturas aún más crueles, colocando placas de hierro caliente sobre su piel ya curada. También intentaron torturar a una mujer llamada Juliana, que mostró compasión hacia Bárbara, pero un milagro apagó el fuego que la atormentaba. Además, Bárbara fue paseada desnuda por la ciudad, pero de manera milagrosa, volvió vestida y sana, a pesar de los latigazos recibidos.
Finalmente, el prefecto la condenó a ser decapitada, y paradójicamente, fue su propio padre quien llevó a cabo la sentencia. Poco después de este acto, un rayo cayó y mató al cruel padre, reduciéndolo incluso a cenizas. En la tabla del políptico de Setenil, podemos verla en la parte izquierda y con los atributos que la definen: la torre, en esta representación con una ventana, donde sufrió prisión; a sus pies, su padre rey, yaciendo muerto según la leyenda por ser alcanzado por un rayo.

La otra figura que aparece, muy deteriorada, frenta a Santa Bárbara, sería Santa Catalina de Alejandría: otra figura venerada en la tradición católica cuya representación iconológica e iconográfica también ha sido ampliamente difundida a lo largo del tiempo. Santa Catalina es una virgen y mártir venerada tanto en la Iglesia Latina como en diversas Iglesias Orientales, con su festividad celebrada el 25 de noviembre. Durante casi seis siglos, ha sido objeto de una devoción profundamente arraigada.
De noble cuna y dotada de gran sabiduría, a los 18 años Catalina se presentó ante el emperador Maximino, conocido por su violenta persecución a los cristianos. Con valentía, cuestionó la crueldad del emperador y la adoración a los dioses falsos. Aunque sorprendido por la audacia de la joven, Maximino no pudo vencerla en sabiduría y la mantuvo prisionera en su propio palacio. Reunió a numerosos sabios para intentar hacerla apostatar, pero Catalina salió victoriosa en el debate. Algunos de sus oponentes, convencidos por su elocuencia, se convirtieron al cristianismo y sufrieron martirio.
Enfurecido por no poder cambiar su fe, Maximino la sometió a azotes y la encarceló. La emperatriz, intrigada por conocer a tan extraordinaria joven, la visitó en su prisión acompañada de Porfirio, jefe de las tropas. Ambos, influenciados por Catalina, se convirtieron al cristianismo y fueron martirizados. Poco después, Catalina fue condenada a morir en la rueda de tortura, pero milagrosamente el instrumento se rompió al tocarla. Furioso y fuera de control, el emperador ordenó su decapitación. Según la tradición, ángeles llevaron su cabeza al Monte Sinaí, donde más tarde se construyó un monasterio e iglesia en su honor.
Sin embargo, las Actas de Santa Catalina han sido transformadas y distorsionadas con descripciones fantásticas, lo cual ha llevado a debates e investigaciones en tiempos modernos para discernir los hechos auténticos. Durante la Edad Media, la leyenda de su martirio se propagó, y se le atribuyeron milagros y poderes. Fue venerada como una de las catorce santas más influyentes y se la alabó en sermones y poemas. Se convirtió en patrona de doncellas y estudiantes femeninas, así como de carreteros y mecánicos debido al símbolo de su martirio, la rueda.
Aunque algunos detalles de su leyenda son cuestionables, nadie duda de la existencia de Santa Catalina. Se considera que los hechos principales de su historia son verdaderos, mientras que muchas de las narraciones maravillosas y discursos que se le atribuyen deben ser tomadas con precaución. A pesar de la popularidad que tuvo en el pasado, la devoción a Santa Catalina ha disminuido con el tiempo.
En el políptico es la figura a la derecha, enfrentada a Santa Bárbara, y podemos ver con claridad la rueda de tortura, rota, a sus pies, así como la espada que simboliza la fortaleza. Ya que su cara está lamentablemente perdida, no podemos ver la corona o el laurel, pero con los atributos que aparecen es suficiente para atribuirle la asignación a Santa Catalina.

Además, es posible encontrar representaciones artísticas en las que Santa Bárbara y Santa Catalina de Alejandría se representen juntas. Aunque son santas diferentes con historias y atributos distintos, a veces se las presenta en conjunto debido a su asociación como dos de las Catorce Santas Auxiliadoras en la tradición católica. En estas representaciones, aparecen una al lado de la otra, generalmente en composiciones religiosas más amplias, como pinturas de retablos o esculturas en iglesias. Cada una conserva sus características iconográficas individuales, pero se unen para transmitir un mensaje conjunto de valentía, protección y defensa de la fe.
Santa Bárbara y Santa Catalina son propias de la imaginería funeraria desde la Edad Media. Su presencia en el políptico pudieran indicar una pista sobre el sentido y finalidad de esta obra. Al hilo de esta advocación, no quiero dejar pasar que los Reyes Católicos fundaron en la Villa un “Hospital de Nuestra Señora de Santa Catalina”, edificio mudéjar que posteriormente en 1702 se reconvirtió a seminario, y ya en pleno s.XX se destruyó para hacer los pisos de la Villa, lo que nos da una idea de la devoción a esta santa en la época

En el mismo sentido, el de la ideología funeraria, en la tabla 7ª, San Miguel Arcángel aparece representado en el acto de vencer a Satanás “Quis ut Deus?”, y con la balanza en la mano, esto es, tanto como guerrero como juez , aludiendo al Dia del Juicio Final. Además, es de notar que las alas del arcángel presentan plumaje de pavo real, cuyo significado en la iconología cristiana es la Resurrección de Cristo. El profeta Ezequiel, en su descripción de las características de los querubines, menciona que tienen ojos en sus alas. Debido a esta asociación con los ocelos presentes en los pavos reales, a menudo se los representa con plumas similares. Un ejemplo de esta representación se puede observar en el fresco de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, creado en el siglo XII y actualmente exhibido en el Museo del Prado en Madrid. Otra imagen del arcángel San Miguel con alas de pavo real se muestra en el retablo de San Miguel (1455-60) pintado por Jaume Huguet y conservado en el Museo Nacional de Cataluña.

Sería muy interesante , ahondando en esta obra de arte, tesoro de nuestra Villa de Setenil, averiguar cuándo, por quien o quienes y dónde se pintó. Si su destino final fue siempre esta Iglesia Parroquial o podría haber tenido cualquier otro destino, si por la simbología estaba destinado a una capilla, y un análisis estilístico que nos permita una adscripción lo más aproximada posible a su autoría.


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El retablo de la Anunciación, la obra pictórica más importante de Setenil
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