LINA FERNÁNDEZ JIMÉNEZ Reportaje fotográfico: MARÍA GJ
Para poner en movimiento a las más de 800 personas que participan en una procesión, entre penitentes, mantillas, costaleros, personas que van acompañando al trono, músicos, personal de protocolo y representantes institucionales y militares, se requiere de un exquisito trabajo previo de coordinación y planificación, repletos de contactos, encuentros, llamadas, correos, montaje de tronos, limpieza de enseres, ornamentación floral y reuniones que forman parte de un enorme iceberg, cuyo extremo visible, y culmen, tiene lugar durante las procesiones los días de Semana Santa.
Cada detalle y decisión se acuerdan en la reuniones que se vienen llevando a cabo a lo largo del año, así como el encuentro de costaleros, mantillas y la reunión de penitentes del Viernes Dolores, donde se distribuyen los enseres. Pero detrás de cada decisión y acuerdo, hay una planificación y un organigrama complejo, que parte de un periodo de análisis y reflexión de los aspectos a mejorar de la Semana Santa anterior. Cuenta, además, con un estudio minucioso del recorrido, los tiempos de paso y las paradas previstas de los tronos, todo ello en coordinación con lo capataces y personas responsables de la procesiones.
En conclusión, detrás de cada procesión, hay un lado invisible que es esencial. La aparente espontaneidad del evento, es, en realidad, el resultado de una organización meticulosa y apasionada que persigue honrar a la fe, devoción, tradición y singularidad de nuestra Semana Santa, gracias a un engranaje humano que tras un incansable trabajo sincronizado permite que la Semana Santa sea una celebración anual donde nuestra Hermandad en solo cuatro días logre sacar cuatro procesiones, permitiendo preservar siglos de tradición y de fe, a los que hay que añadir lazos de unión, amistad y Hermandad.
«TRABAJOS OCULTOS». En la Santa Vera+Cruz realizamos muchos “trabajos ocultos” necesarios para cumplir conseguir las salidas profesionales en nuestra Semana Santa, que requieren de la colaboración de todos los hermanos y hermanas, dándole un especial protagonismo al Grupo Joven del que me siento parte y enormemente orgullosa, de ver cómo desde el más pequeño hasta el mayor trabajan y se implican en la hermandad. Así podemos garantizar el futuro de Los Blancos. Son muchas horas de trabajo las que algunos hermanos y hermanas le dedican a su segunda familia, que es la hermandad, durante todo el año, no solamente cuando llega Semana Santa. Son horas que se quitan a su vida personal para dedicarlas al fervor y a la devoción que tienen por nuestros titulares.
Con el trabajo de todo el año y, sobre todo durante la cuaresma, se crean varios grupos de trabajo formados por adultos que a la vez implican e incluyen a jóvenes para que nos formemos en el ámbito que vamos a desarrollar. Es el caso de los penitentes: llevo algunos años formando parte tanto de la comitiva de organización de las salidas procesionales como del reparto de enseres que se lleva a cabo en nuestra reunión de penitentes. Este trabajo parece fácil, pero es complicado: repartir a niños/as los enseres y que se vayan o no contentos es algo que nos corroe y que no todos los años podemos decir que ha salido bien. Pero que luego te llena de satisfacción al ver que ese trabajo realizado ha merecido la pena.
Los Tronos: la preparación, limpieza, y montaje de nuestros tronos para poder salir a la calle y procesionar es otro de los “trabajos ocultos” que hay dentro de una hermandad. Estos hombres, con el lema de “tranquilidad”, saben dónde va cada tornillo y hacer un perfecto montaje de nuestros titulares. Sin ellos, nuestras salidas profesionales serían imposibles.
Flores y cera: el embellecimiento de los tronos y, por tanto, de nuestras imágenes, es otro de los trabajos importantes dentro de una hermandad. Un grupo de mujeres se encargan de las flores y de la cera que adornan los mismos. Y, aunque luego participemos en esto varias personas, son ellas las que nos dicen cómo hacerlo y dónde colocar corchos para la buena sujeción de las flores, entre otras cosas.
Enseres y patrimonio: esto es un poco más “visible”. Hay mucho trabajo detrás, enseres, ropa, faldones de tronos. Todo tiene que estar preparado para relucir en nuestras procesiones. Dentro de este ámbito me atrevo a incluir también la preparación y limpieza de la casa de hermandad. Me atrevo a hablar incluso de los viajes que se realizan dentro de una hermandad ya sea para recoger o llevar enseres a arreglarlos, por invitación a actos militares, viajes anuales, para firmar un contrato de una banda de música… Esto también necesita de implicación y trabajo por parte de un grupo de personas dedicadas a ello que no se ve pero que es importante.
Por ello, desde aquí me gustaría agradecer a todas estas personas, hombres, mujeres, jóvenes y niños/as que luchan y trabajan día a día, para que nuestra hermandad funcione de esta forma y por llevar a Los Blancos a lo más alto, por dejarme ser parte de esta hermandad y por ser partícipe de ella. Agradecer de forma especial a mi padre, Rodrigo Fernández Cubiles, porque él es uno de los hombres de nuestra hermandad que trabaja día a día por la misma para que todo vaya en correcto funcionamiento y porque gracias a él, he aprendido el verdadero significado de la palabra Hermandad.
Encuentro de penitentes el Viernes de Dolores de 2025.
El equipo de redacción de la «Revista Vera+Cruz 2025» ha recopilado el testimonio de «blancos» que viven fuera de Setenil y que conservan su devoción hacia nuestros titulares. Desde Canarias a Suiza, Madrid, Barcelona, Ciudad Real, Valencia o Marbella, cada año cuentan los días para regresar a Setenil en Semana Santa, disfrutar del reencuentro con sus orígenes y participar de nuestras procesiones.
JUAN MORENO DOMÍNGUEZ. VALENCIA.
«Mi nombre es Juan Moreno Domínguez, hermano de la Vera Cruz desde que nací, desde el 15 de Abril de 1939, ésta es mi fecha de nacimiento ya que mi padre, blanco de toda la vida, fue a darme de alta en la Hermandad nada más nacer. Mi padre siempre llevaba la Cruz de Guía en la procesión de “El Amarrao”. Actualmente resido en Valencia desde hace 45 años, llevo varios años jubilado y mientras trabajaba creo ser de los que más lotería vendía a la Hermandad. Después de jubilado ya no pude seguir vendiendo tanta lotería. En cuanto a mi vinculación a la Hermandad, ya está todo dicho, ya que vuelvo a repetir: soy Hermano desde el día que nací.
Siento una tremenda emoción de pensar que este año vamos la familia completa a Setenil, ya que tanto mi hijo como mi nieto, serán costaleros de “El Amarrao”. Es infinita la satisfacción que siento en pensar que en mi vejez iba a ver a mis familiares más cercanos participar de esta forma en la procesión de “El Amarrao” y “Santo Entierro”, seguro que todo esto es para mí casi lo más grande que me pueda pasar. Y además mi nuera y su madre participan en el “Santo Entierro” vestidas de Mantilla.
Algo inolvidable para mí era cuando terminaba la procesión de “El Amarrao”, llegaba a casa y me encontraba a mi madre vestida de penitencia para “El Silencio” y me llevaba un buen susto al verla así. A continuación, la cogía de la mano y nos íbamos a San Sebastián para participar en la procesión de “El Silencio”. Nos poníamos de los primeros para estar cerca de Picamín para poder escuchar la letanía que cantaban.
Por cierto, mi padre y Juan “el municipal” (el cojo) iban delante de la procesión, sacando a las mujeres de la calle y diciendo a la gente que cerraran las puertas de las casas para que no se viera luz eléctrica. Como actualmente, en cuanto El Silencio llegaba a las primeras casas del pueblo se apagaban todas las luces de las calles. Mi familia y yo estamos siempre contando los días que faltan para que llegue el Jueves Santo y acompañar a nuestra Hermandad por las calles de Setenil.
MARÍA TERESA BASTIDAS ANAYA. MADRID
¿Dónde te encuentras actualmente y de dónde procede tu vinculación con nuestra Hermandad? Actualmente me encuentro en Madrid, lejos de Setenil, pero siempre con el corazón y el alma profundamente ligados a nuestra Hermandad de la Vera+Cruz. Mi vínculo con ella se remonta a mi infancia, a aquellos años en los que, de la mano de mis padres y abuelos, aprendí el significado del amor a Cristo en su Pasión y a la Santísima Virgen María. La devoción en mi familia ha sido transmitida de generación en generación, y aunque la distancia física nos separe, el espíritu de nuestra Hermandad sigue latiendo en mi interior. La cruz verde y la túnica blanca son más que símbolos: representan una forma de vida, una entrega y una fe que trascienden el tiempo y la distancia.
La Semana Santa en Setenil es para mí la expresión más profunda de esta fe heredada, una vivencia en comunidad donde el sacrificio, la entrega y el amor de Cristo se hacen palpables. A pesar de estar lejos, sigo manteniendo mi compromiso con la Hermandad, ya sea en la oración, en la reflexión o en la participación a distancia en las actividades y cultos que se organizan.
¿Qué implica para ti volver en familia a Setenil en Semana Santa? Volver en familia a Setenil en Semana Santa es mucho más que un simple viaje. Es un retorno al origen, una renovación del espíritu y una oportunidad de vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en comunión con aquellos que comparten la misma fe. La Semana Santa en Setenil es un tiempo de recogimiento, pero también de reencuentro, donde los lazos familiares y fraternos se fortalecen en el amor de Dios.
Pisar nuevamente sus calles empedradas, sentir el aroma del incienso, escuchar el redoble solemne de los tambores y ver a los nazarenos en procesión con la mirada puesta en el cielo es un regalo de gracia. Es un momento para recordar que, aunque el mundo cambie y los caminos nos lleven lejos, la fe nos mantiene unidos.En lo personal, volver en Semana Santa implica reencontrarme con mis raíces y renovar mi compromiso con Cristo y con la Virgen. Supone vivir el misterio de la Pasión desde el interior, desde el sacrificio de cada hermano que porta un cirio, una cruz o un trono, desde la emoción contenida de los que acompañamos el cortejo con oración y respeto. Es también una enseñanza para mis hijos y las futuras generaciones, para que comprendan que la fe no se apaga con la distancia y que la Hermandad es un hogar espiritual al que siempre podemos regresar.
¿Nos puedes contar experiencias entrañables que recuerdes? Son muchos los recuerdos que guardo con cariño de la Semana Santa en Setenil y de la Hermandad de la Vera+Cruz. Desde mi infancia, uno de los momentos más emotivos siempre ha sido la salida de la procesión en la noche del Jueves Santo, cuando la oscuridad se ilumina con la luz de los cirios y el silencio solo es interrumpido por los pasos solemnes de los hermanos que caminan con devoción.
Recuerdo con especial emoción la primera vez que tuve el honor de ver vestir por primera vez la túnica blanca y formar parte del cortejo procesional a mis hijos. La sensación de llevar la vela encendida, de caminar junto a tantos hermanos con el mismo propósito, de sentir el peso de la devoción en el corazón, fue indescriptible. También tengo grabado en la memoria el momento en que, siendo mi hija muy pequeña , su padre la levantó en sus brazos para que pudiera ver de cerca a la Virgen y comprender el dolor y la esperanza que su imagen transmite.
Otro recuerdo inolvidable fue cuando, después de muchos años sin poder asistir, regresé a Setenil en Semana Santa con toda mi familia. Al llegar a la iglesia y ver el rostro del Cristo de la Vera+Cruz, sentí una emoción profunda, como si nunca me hubiera ido realmente. Fue un recordatorio de que, sin importar la distancia, nuestra fe nos mantiene unidos en espíritu.
Utiliza este espacio para comentar aquello que nos quieras hacer llegar. Quiero aprovechar este espacio para expresar mi gratitud a la Hermandad de la Vera+Cruz por mantener viva la tradición, por ser faro de fe y por permitir que aquellos que estamos lejos sigamos sintiéndonos parte de esta gran familia. La Semana Santa de Setenil no es solo una celebración religiosa, sino un testimonio de amor y entrega que nos ayuda a fortalecer nuestra fe y a recordar el sacrificio de Cristo por nosotros.
A todos mis hermanos en la fe, quiero decirles que, aunque la vida nos lleve por distintos caminos, siempre habrá un punto de encuentro en la devoción a nuestro Cristo y a la Virgen. Que nunca nos falte la fe, que nuestras oraciones sigan uniéndonos más allá de la distancia, y que, Dios mediante, podamos volver a vernos bajo el manto de nuestra Hermandad en Setenil.
JUAN ORTEGA DOMÍNGUEZ. LAS LABORES (CIUDAD REAL). Actualmente, y desde hace casi 51 años, resido en un pueblo de la provincia de Ciudad Real llamado Las Labores, al que llegó mi familia después de que a mi padre lo destinaran a la oficina de Caja de Ahorros de Ronda. Tras casi 30 años, mis padres y mi hermano regresaron a Setenil, mientras yo me quedé. ¿De dónde viene mi sentir Blanco? Pues supongo que, como la mayoría de setenileños, de la familia ¿verdad?. Niño, ¿tú que eres, Blanco o Negro? Oyes a tus padres, a tus familiares cercanos hablar acerca del Amarrao, de lo bonita que iba la Virgen… y al final, ya sabes, estás dentro y no te has dado cuenta.
La pasión por la Semana Santa nace espontáneamente, por eso no necesita explicación y es complicado convencer a alguien que no la entiende Conforme te vas haciendo mayor, esos sentimientos se van haciendo cada vez más tuyos y comienza de nuevo el ciclo con tus hijos.
Volver todos los años a Setenil en Semana Santa no es tan difícil de describir. Es una sensación de nervios, de ilusión por ver procesionar nuestras imágenes titulares, añoranza por disfrutar de estos días junto a la familia y amigos y sobre todo sentir los aromas, sonidos y colores de nuestra Semana Santa. Las túnicas, los capirotes, los cirios, los cinturones, aparecen por todos los rincones de casa.
Este año, por desgracia, mi padre ya no estará con nosotros, por lo que será duro para mi familia, sobre todo, teniendo en cuenta lo que disfrutaba estos días teniendo a los suyos en casa. Un beso al cielo, Papá.
Siempre recordaré el primer día que me vestí de penitente llevando una de las trompetas. Son emociones tan intensas que te sorprenden en esa etapa de la vida donde todo está por llegar. Pero el culmen llega cuando pasas a los tronos. Empecé con la Virgen hasta cambiar al Amarrao. Esa sensación deja una huella imborrable en el cajón de tus recuerdos. ¡Qué cuadrilla!, mis grandes amigos Felipe Durán, Antonio Moreno y el que suscribe en el mismo varal. Qué momentos más bonitos que uno recuerda ya para siempre entre las páginas más felices de tu vida. Mi más sentido agradecimiento a la Junta de Gobierno de Nuestra Hermandad por todos los años que llevan trabajando duro para que las cosas salgan como han salido estos tiempos de atrás.
ÁLVARO CUETO JIMÉNEZ. MADRID.
Como miembro de la familia Blanca por España me complace compartir mis vivencias con vosotros. Mi nombre es Álvaro Cueto Jiménez, actualmente vivo en Madrid, ciudad en la que nací y me ha visto crecer, pero una parte de mí siempre está en Setenil. Madrid y Setenil son lugares muy diferentes pero ambos ocupan un lugar especial en mi corazón. Toda mi familia es setenileña ya que mis cuatro abuelos y mi padre nacieron allí, pero por circunstancias de trabajo parte de mi familia materna tuvieron que emigrar, pero esto no impidió seguir teniendo una fuerte vinculación con Setenil y su Semana Santa. Mi vínculo con la Hermandad de la Santa Vera+Cruz se remonta a la Semana Santa del 2004, que fue mi primera en Setenil, cuando tan solo tenía un año, según me cuentan mis padres. Al llegar al pueblo tenía preparado mi traje de penitente de los Blancos, que mi tita Carmela había Hecho con todo su cariño, creando un lazo con la Hermandad para siempre, por tanto soy blanco gracias a mi familia materna y a mi prima Lina que fue la que cuando ya era más mayor me inscribió en la Hermandad, aunque no participo activamente en todas la procesiones siento la emoción y la fe a través de mis familiares y amigos. Lina, Teresa y Leandro son la demostración de la fe, la devoción y el esfuerzo e ilusión que ponen junto a todos los miembros de la Hermandad para que todo salga perfecto.
Volver a Setenil en Semana Santa con mi familia es un momento muy especial, ya que es más que un simple viaje, es un momento de reencuentros familiares, de preparar las túnicas y trajes de mantilla y sobre todo un momento para expresar nuestra fe en los titulares de la Hermandad. El aroma a incienso y el retumbar de los tambores por las calles del pueblo es algo que desde pequeño me ha gustado.
Entre mis recuerdos más entrañables están las carreras con mis primos por la casa de mi Tita Loli cuando sonaba una banda y todos queríamos coger sitio en el balcón, la primera vez que vi la procesión del silencio que me impactó profundamente, acompañar a la villa a las mujeres de la casa que se vestían de mantilla, ver a mi padre coger los tronos, las reuniones familiares debatiendo sobre las bandas, la belleza de los tronos, la dificultad que tienen los costaleros…Aunque estoy físicamente lejos durante el año estos recuerdos me hacen estar más cerca de Setenil y de la Hermandad. Un saludo desde Madrid y Vivan los Blancos.
MARÍA JESÚS MARÍN CAMBA.ISLAS CANARIAS.
Actualmente resido en las Islas Canarias, y el resto de mi familia directa entre Madrid y Barcelona. Mis padres tienen su segunda residencia en Setenil y, desde pequeños, siempre venimos en verano y en Semana Santa. Mi vinculación procede de la familia de mi padre. Es un privilegio volver a Setenil, dado que, si bien desde hace años ya no participamos directamente, sí que formó parte de nuestra infancia y juventud, nos vestíamos de penitentes, de niñas de los cuadros, de mantilla, de hecho, mis sobrinos también han llegado a participar y les encanta. La verdad es que mi familia siempre ha pertenecido a la Hermandad de Los Blancos.
Cómo disfrutábamos juntándonos en la iglesia todos a arreglar los pasos, con mi tita Cándida, que fue camarera de la Virgen de los Dolores, mis primos y amigos… Momentos inolvidables que recuerdo con mucho cariño. La emoción de las bandas de música por llegar, esa “rivalidad” que siempre hemos tenido entre blancos y negros y, después…. “todos tan amigos”. Llamaría la atención sobre la progresión de la Hermandad, cómo ha ido evolucionando y mejorando pero sin perder esa esencia tan familiar y de unión entre todos los hermanos, eso lo que más destacaría…
ANTONIO VARGAS PÉREZ.ZÚRICH
Actualmente resido en Zúrich (Suiza), pero mi corazón siempre está en Setenil, especialmente cuando llega la Semana Santa. Mi vínculo con la Hermandad viene de familia, de generación en generación. Fue mi padre quien me transmitió esta devoción, tal como él la recibió del suyo, y ahora yo tengo el orgullo de seguir inculcándola a mis hijas y nietos. Volver en Semana Santa es un sentimiento indescriptible. Es orgullo, es emoción, es la satisfacción de poder compartir con mis nietos esta tradición que ha sido parte de nuestra familia durante décadas. Ver cómo ellos empiezan a sentir esa misma devoción y amor por nuestra Semana Santa me llena de alegría, porque significa que este legado seguirá vivo en las futuras generaciones.
Son muchos los recuerdos, pero hay uno que siempre llevo conmigo: el brazo del Cristo que heredé de mi padre Juan Vargas Vilchez. Más que una herencia o legado, para mí es un símbolo de la fe y la devoción que nos une como familia y como Hermandad. Cada vez que lo miro, siento su presencia y el peso de esta hermosa tradición que nos conecta con nuestros antepasados.
La Semana Santa de Setenil, además de ser la celebración culminante de nuestra fe religiosa, forma parte de nuestra identidad, nuestra historia y nuestro sentir. Es un orgullo formar parte de esta Hermandad y poder transmitir a las nuevas generaciones el amor y el respeto por nuestras imágenes, nuestras procesiones y nuestra gente. Que esta tradición siga viva y que, año tras año, podamos reencontrarnos bajo el mismo sentimiento de fe y hermandad. El amor por nuestra Hermandad sigue creciendo con cada nueva generación.
FRANCISCO FERNÁNDEZ CUBILES. MARBELLA.
Actualmente mi familia y yo vivimos en Marbella, aunque es cierto que nosotros venimos a Setenil cada fin de semana. Mi vinculación con la Hermandad comienza desde muy pequeño, ya que en mi familia somos todos Blancos y es algo que nos llena de orgullo. Volver en familia a Setenil en Semana Santa es algo difícil de explicar, pero que todo aquel que vive fuera de nuestro maravilloso pueblo puede sentir sin necesidad de explicarlo. Es volver a nuestro hogar, donde nos ha visto crecer y sobre todo para la fiesta más especial en toda nuestra familia.
Es una semana que al principio se hace muy larga, pero es llegar a Setenil y sentir que estamos en el lugar adecuado. La devoción que se vive en Setenil durante la Semana Santa es algo que me ha marcado profundamente, y no importa lo lejos que estemos, ya que la conexión que sentimos con la Hermandad y con nuestro pueblo sigue siendo muy fuerte, y me llena de orgullo y emoción el haber transmitido esta devoción a mis hijos.
Recuerdo con mucho cariño e ilusión el momento de tener preparado todo lo necesario para el momento de la procesión cuando era pequeño. Cuando me preparaba en casa con mis hermanos y vivíamos ese momento con mucha emoción. Me gustaría también hacer mención a la pequeña tradición que sigue mi madre de regalar la mantilla a las mujeres de la casa, siendo una de ellas mi hija. Fue un día inolvidable ver a mi hija junto a sus primas Ana María, Lina y Ana, vestidas de mantilla, siguiendo esa devoción que hemos inculcado toda la familia. ¡Qué bonito ver que las tradiciones familiares siguen adelante! Me gustaría agradecer a todos y cada uno de los componentes de la Hermandad de los Blancos el gran esfuerzo que hacéis y por hacer posible que la Semana Santa de nuestro pueblo, Setenil, siga adelante. ¡Muchas gracias!
ISABEL MARÍA MARTÍN CORRAL. MADRID.
Actualmente vivo en Madrid y estoy unida a la hermandad desde que nací y desde pequeña me he sentido muy conectada al ver la fe y el sentimiento con la que se vivia la Semana Santa en mi familia. La Semana Santa es un momento realmente especial para mí, lleno de recuerdos que guardo con mucho cariño y experiencias que me han dejado una huella profunda en mi vida. Es una semana que me hace recordar, sentir y reforzar la fe que mi familia me ha transmitido y que ahora quiero transmitir yo a mis hijas y que sientan el cariño que tengo a mi hermandad y a mi pueblo.
Hay tantas experiencias bonitas entrañables que no podría elegir una. Una de ellas fue la primera vez que me quedé para ayudar a arreglar los tronos, fue muy especial porque sentí que realmente estaba ayudando y haciendo algo valioso. Recuerdo con especial cariño las veces que ha acompañado nuestra Virgen de los Dolores vestida de mantilla. Pero yo creo que el momento más emotivo fue la primera vez que fui de penitencia en la Procesión del Silencio en donde realmente sentí lo que es la Semana Santa.
Quiero agradecer a la Hermandad por darme la oportunidad de compartir con vosotros mi amor por la Semana Santa, mi hermandad y mi pueblo. Para mí una verdadera hermandad se define por ayudar apoyar y recordar a cada uno de sus miembros sin importar la distancia que les separe, esto demuestra el auténtico espíritu de la hermandad que nos une. Muchas gracias de corazón
CARMEN GUERRERO Periodista en Tele Alcalá Publicada en la Revista Vera+Cruz 2022
Josefina Villalón nació en 1947 en Setenil. Es la mayor de tres hermanos, Antonio y Sebastián; madre de un hijo, Alonso; y abuela de José Antonio y Juan Nicolás. Su amor, pasión y trabajo por la Hermandad han sido el centro de su vida.
Josefina, ¿Cuál es tu vínculo con la Hermandad de la Santa Vera Cruz? Mi vínculo con la Hermandad es de muy arraigada tradición, de mis padres y de mis antepasados. En los libros de actas de siglos anteriores existen apellidos que evidencian con los míos como son Sebastián Villalón Vílchez y Sebastián Villalón Moreno, miembros de la Junta de Gobierno. Por eso quizás lo llevo en la sangre y en mis genes.
¿Qué recuerdos tienes de la Semana Santa de tu infancia? Desde niña he trabajado en todo lo que se podía hacer en aquel tiempo. Recuerdo a mi padre vestirse de nazareno, un gran hombre lleno de humildad y gran corazón que me enseñó a amar y respetar esta gran Hermandad de la Santa Vera Cruz. Él asistía con su familia a los oficios del Jueves Santo, recibiendo los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía. Eso no lo olvidaré nunca. Por otro lado, la familia de mi madre, que eran muchos hermanos, también se vestían para el lavatorio. Tenían unos calcetines con medio pie fuera hecho de crochet para no tener que quitárselos. Esa ceremonia era la misma que Jesús hizo con sus discípulos en la última cena.
Y a lo largo de tu vida, ¿cómo has vivido la Semana Santa? Aunque habrá católicos mejores que yo, soy muy católica; soy pecadora, pero todos tenemos faltas. Para eso está el pedir perdón a Dios y a las personas que ofendes. A lo largo de mi vida, Dios ha sido primordial en mi ser y en mi familia. Igual que se en qué lugar está mi querida Hermandad, significa tanto para mí que doy mi vida por ella.
¿Cuál ha sido tu labor dentro de la Hermandad? A día de hoy con lo mayor que soy, mi cuerpo no resiste como antes, pero mi espíritu sigue siendo como cuando era joven. He luchado y he trabajado en todas las facetas que conlleva una hermandad. Siempre he estado muy vinculada a ella. He perdido muchas horas de sueño trabajando de noche junto a Cándida, Mari Robles, Loli Cubiles y muchas más hermanas que nos ayudaban. En la casa de mi prima María, que tenía un taller de costura, hemos hecho capas, túnicas, capirotes… También he limpiado, arreglado tronos, etc. Además, vendía flores para los enamorados, para los difuntos, pases de modelos, rifas, vendía sangría y gazpacho para la romería. Hemos hecho lo inimaginable para recaudar fondos. Hemos sufrido, pero también hemos reído mucho. Cuando llegaba el Domingo de Resurrección nos alegrábamos por lo bien que lo habíamos hecho.
¿A qué titular le tienes más devoción? ¿Por qué? ¿Qué procesión te gusta más? A mi Cristo de la Vera Cruz. También a mi “Amarrao”. Pero… ¿en qué lugar dejo a mis Vírgenes? La de los Dolores siento pasión por ella, pero como camarera de la Virgen del Rosario no la puedo dejar atrás.
Y en cuanto a procesiones, ¿cuál te emociona más? La procesión que más me emociona y siento más devoción es la del Silencio. Ver pasar al Cristo con túnica solemne y crespones negros, el rezo y ese canto, con la luna llena y las estrellas… ya muerto por nuestros pecados y que lo traen a hombros despacito. ¡Qué bonita es la procesión del Silencio!
Eres camarera de la Virgen del Rosario, ¿desde cuándo y de dónde procede esta responsabilidad La Virgen del Rosario era de la familia de mi marido. Él tenía pasión por ella y por eso soy su camarera desde hace 54 años. Ha habido más Vírgenes del Rosario, pero se estropearían en las guerras. Esta que tenemos ahora la compró el abuelo de mi marido en Madrid, José Sánchez. Es una talla magnífica del gran escultor y catedrático Juan Manuel Miñarro. Tiene dos niños. El más antiguo no sé cuántos años tendrá, pero según sus vestimentas tiene siglos. Sobre la Virgen del Rosario de la actualidad no existe documentación, pero la corona la hizo un orfebre de Olvera en 1866.
Una vez llega el Jueves Santo, ¿cuál es tu día a día? ¿Qué haces? Desmontar todo, limpiar, guardar y empezar a trabajar para el año siguiente. No descansamos.
Tu hijo y nietos son blancos como tú, ¿no? Mi hijo se vistió por primera vez con nueve meses y no ha estado ni un año sin vestirse. Y mis nietos decidieron sus padres que fueran blancos, para mí fue una gran alegría.
Este año te han hecho un reconocimiento, ¿Cómo describirías ese día? Yo no lo esperaba ni nunca hubiera imaginado que me hicieran algo así. Cuando se hace una cosa por amor, no esperas nada. Una madre nunca espera reconocimiento de sus hijos porque lo hace por amor, así lo he sentido yo. No obstante, para mí fue muy gratificante. Llevaban tres meses preparando y no me enteré de nada. Ese día hacia 54 años de camarera y de casada. Cuando el Señor Obispo dijo que era un homenaje, yo nunca pensé que fuera para mi. Recuerdo que cuando subió mi querido Hermano Mayor, Sebastián Luque, y nombró mi nombre me puse a llorar porque para mi fue una cosa insólita.
¿Qué fue lo que más te emocionó? No tengo palabras para describirlo, desde que entraron los monaguillos, los acólitos, los sacerdotes, el obispo y la soprano me gustó todo. Me emocionaron las palabras del obispo, del Hermano Mayor, mi familia y la Junta de Gobierno. Ya en la comida los que me hablaron y, sobre todo, me quedo con las palabras de cariño de aquellos que no pudieron venir y me hicieron un vídeo. Fue muy emotivo, no lo olvidaré nunca. Yo le decía al Señor “Yo no me merezco tanto, Tú eres Dios y el reconocimiento tuyo fue la muerte en Cruz”.
También fuiste pregonera de la Hermandad, ¿Cómo lo viviste? Tampoco me lo merecía, hay muchas personas que podían hacerlo mejor que yo. Pero mi más profunda alegría y sincera gratitud a la Junta de Gobierno, con Sebastián Luque al frente. Fue para mí una honrada misión expresar lo que sentía y siento por esta grandiosa Hermandad. Y cómo no, enaltecer la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
¿Cómo ves el futuro de la Hermandad? Desde el 1551 que fue fundada la Santa Vera Cruz se viene procesionando todos los años. Los distintos acontecimientos a lo largo de la historia no la han suspendido, llevando a nuestro Cristo como expresión de fe. Sin embargo, no podemos olvidar que nosotros, los mayores, tenemos que seguir inculcando estos valores a la juventud venidera, para que sigan los pasos de sus antepasados.
Gracias Josefina por estas bonitas palabras hacia tu Hermandad, la Santa Vera Cruz, a la que le tienes un gran amor. Que tu lucha, trabajo y fe sigan latentes durante muchos años más.
CARMEN GONZÁLEZ GUERRERO Periodista en Tele Alcalá. Publicado en la Revista 2023
Maruja Andrades Moreno nació el 19 de diciembre de 1943. Blanca de nacimiento siempre ha estado vinculada a la Hermandad, trabajando y aportando en todo lo que pudiera.
¿Cuál es su vínculo con la Hermandad de la Santa Vera Cruz? Soy una “hermana” más que trata de estar para lo que sea necesario y que disfruta de la amistad del resto de hermanos y de las vivencias dentro de la Parroquia. Porque no solo están los días de procesión de Semana Santa, si no los viacrucis, los triduos y demás actos celebrados en conmemoración de la muerte y resurrección de Jesús.
¿Por qué eres blanca, Maruja? Soy blanca porque lo llevo en los genes. Mi familia por parte de mi padre, todos eran blancos y hoy en día también lo somos mis hermanos, yo y nuestros hijos.
¿Cómo recuerda la Semana Santa de su infancia? Pues la infancia la recuerdo con mis amigas, “pinchando los claveles” para decorar los centros de flores que adornaban los tronos de nuestras Imágenes. La juventud la recuerdo vistiéndome de mantilla todos los años para acompañar a nuestra Santísima Virgen de los Dolores.
¿Cómo era la rivalidad entre blancos y negros? Pues como ahora, sana, pero con la competitividad de querer lucir los tronos lo mejor engalanados que fuera posible, y acompañados de las mejores bandas de música: “los Regulares”, alguna de la Marina, etc.
¿A qué titular le tiene más devoción? Al Cristo de la Santa Vera Cruz.
¿Qué procesión le emociona más? La Procesión del Silencio, del Jueves Santo por la madrugada. Por su recogimiento y austeridad, con el canto del “Miserere”, en absoluta oscuridad por las calles de Setenil, salvo por la luz de la luna y de las velas encendidas de las penitencias que acompañando al “Señor”, cada uno con sus pensamientos (blancos y negros, porque aquí estamos todos juntos) procesionan en silencio, recordando y pidiendo a Dios por aquellos a quienes queremos y llevamos en nuestros corazones. Cuando porto al Señor en la cruz sobre mis hombros me siento tan feliz y privilegiada llevándolo, es una emoción inexplicable; y cuando toco sus pies con mi mano siempre se me escapan unas lágrimas de emoción, lo adoro con todo mi corazón. No hay palabras para describirlo, hay que vivirlo.
¿Cómo ha sido tu día a día en Semana Santa? ¿Y en la actualidad? La Semana Santa ha sido y será siempre la más grande del año por lo que significa por la fe en Dios. Pero también ha sido importante en lo personal: el regreso al pueblo (porque hace años no vivía aquí), estar con mi madre, hermanos, primos y amigos… Luego, cuando ya vivíamos aquí, el día a día era con mucho trabajo en la peluquería. Haciendo las tortas típicas de estas fechas, y las magdalenas. Todos, recuerdos muy bonitos.
El Domingo Resurrección se han echado pétalos desde su casa, ¿cómo lo ha vivido? Desde mi casa tenemos una vista privilegiada de las procesiones. Es muy emocionante cuando lanzas los pétalos desde el balcón o la terraza y caen sobre los tronos. Me resulta precioso y espectacular cuando El Resucitado y la Virgen del Rosario entran por la curva de la Plaza y, al son de la música, bailan y se cruzan acompañados por todos los setenileños y por toda la gente.
Este amor por la Hermandad ¿Lo has transmitido a tus hijos? Pues sí, porque lo vivieron desde pequeños, lo llevan en la sangre, como su madre. Nosotros preparábamos con ilusión nuestro viaje al pueblo para pasar y vivir la Semana Santa, viviéramos donde viviéramos. Se les fue inculcando ese amor sin darse cuenta, cuando iban a recoger las túnicas y capirotes para vestirse de penitente, o el traje para portar los cuadros de las estaciones de penitencia del Señor. Cuando dejábamos esa ropa, recién lavada y planchada colgada de una percha, esperando con impaciencia el momento de lucirla junto a sus primos y amigos.
Mi hijo se ha vestido siempre de penitente y mi hija llevando los cuadros y de mantilla. Ahora mi hijo, aunque por su trabajo en el bar no puede llevar al “Amarrao”, se escapa cinco minutillos cuando pasa el trono por allí, con su delantal puesto y pide a alguno de los costaleros que le deje llevarlo, y también a la Virgen de los Dolores y a Nuestro Padre Jesús Nazareno, que, aunque no es de uestra Hermandad, es de todos los setenileños. Eso lo disfruta él como el que más.
¿Qué personas recuerdas que estaban contigo en la Hermandad? Siempre estábamos Josefina, Reyes, Carmelita, Ana, etc. Este año nos vamos a acordar especialmente de nuestra querida amiga Carmelita Peña, que siempre esperaba al Señor en la puerta de su casa y que nos dejó hace muy poquito, este año lo verá desde el cielo.
¿Qué labores has hecho en la Hermandad o por la Hermandad? Debido a mi trabajo, a veces no he podido colaborar tanto como quisiera con la Hermandad, pero sí he puesto mi granito de arena vendiendo papeletas para las rifas, comprando y vendiendo mantecados, asistiendo a reuniones cuando nos han visitado los misioneros, vistiéndome de mantilla y acompañando en la procesión. En una ocasión se me hizo el encargo de coser un pañuelo para la Virgen de los Dolores, lo que fue un honor para mí porque me hizo sentirme más cerca de Ella. Yo, para mis adentros, le pido siempre a la Virgen que me deje estar a su lado, acompañarla en su soledad amarga y dolor profundo, porque ¡qué bonita es mi Virgen de los Dolores!
¿Cómo ve el futuro de los Blancos? ¿Qué mensaje le darás a los más jóvenes? La verdad es que veo un futuro formidable porque hay mucha gente joven integrada y aportando todo lo que pueden y más, así que, a esta juventud, le deseo mucha salud y mucha fuerza para que consigan todo lo que se propongan para nuestra querida Hermandad de la Santa Vera Cruz. ¡¡VIVAN LOS BLANCOS!!
Gracias Maruja por abrir tu corazón y mostrar el amor que le tienes a la Hermandad de la Santa Vera Cruz y a sus titulares.
CARMEN GONZÁLEZ GUERRERO Periodista de Tele Alcalá y Hermana Publicada en la Revista Vera+Cruz 2024
Mercedes Villergas (1944) afirma que es blanca desde siempre, al igual que era su madre. Trabaja de forma incansable por Los Blancos y siempre está para colaborar y hacer crecer a la Hermandad.
Mercedes, ¿cuál es tu vínculo con la Hermandad de la Santa Vera Cruz? Yo soy blanca como mi madre, siempre lo he sido. La primera vez que me vestí de mantilla fue en 1970. Como yo trabajaba en Benidorm, cuando llegué, me vistió Josefina Villalón y Rafael Corral y fui con Paquita Zamudio y Mari Pepa. Recuerdo que me escondía porque era muy tímida.
¿Eres la única blanca de tus hermanos? Sí. Mi padre era de Cuevas del Becerro y cuando llegó, como trabajaba mucho para los Camacho, se hizo de Los Negros. Pero yo soy blanca como mi madre, al igual que mi abuela, que era hermana de la bisabuela de Sebastián Luque. También mi sobrino José Antonio González (de La Barca de la Florida) tiene un vínculo muy fuerte con la Hermandad, por su abuelo. Viene para todos los actos: pregones, cenas, Semana Santa, a las elecciones…
Viviendo rodeada de negros, como son tus hermanos, ¿qué te llamaba la atención de Los Blancos? Los veía muy finos. Yo veía a Corral, Pepe Gallego, Pepe el Sevillano… ellos han ido como cogiendo la mejor flor, pasito a pasito y su ilusión era la Casa de Hermanad y ahí la tienen.
¿Cómo recuerdas la Semana Santa de tu infancia? En aquellos años había más diferencia entre ricos y pobres, pero yo iba a la iglesia y si tenía que pinchar claveles o ponerme detrás de la procesión, lo hacía. Me juntaba con Josefina y Paquita Zamudio. También recuerdo mucho los momentos con Candidita Marín, que medía con un metro las velas para que fueran todas iguales.
¿Qué recuerdas de la Procesión de El Silencio? Recuerdo a Picamín, que cantaba el miserere. Antes llevaba muy poca gente y hoy mira lo que lleva. Y tengo que destacar que he prohibido las velas al llegar a la Iglesia Mayor. Me pongo en la puerta con dos cubos de agua y todo el que pase tiene que meter la vela porque si no al día siguiente, tengo que estar de rodillas con una espátula. También le he traído la colonia de nardos para el Señor, que me la pedía María Robles.
¿Notas cambios o evolución en la Hermandad? Mucho cambio. Ha prosperado muchísimo. En enseres, organización, van todos a una. Y ahora la Junta que lleva Isabel María… ¡menuda Junta! Cuando se pusieron en el altar, no veas… me emocioné y todo. También tenemos un Vía Crucis y es porque, al verlo en Málaga, nos movimos para que saliera desde la Hermandad. Además, la primera estación es mía, recuerdo que la saqué en la Procesión Magna con Padre Jesús y el Cristo, ¡qué orgullo!
Has estado mucho tiempo en el extranjero y no has estado tan cerca como te hubiera gustado. Sí, he estado cuarenta años fuera. Pero siempre he buscado la manera de venir. Recuerdo que cuando me operaron, me di hasta de baja para poder quedarme en Semana Santa.
¿Cuál ha sido tu trabajo o labor por la Hermandad? He estado 20 años arreglando los tronos y ahora a pesar de mi problema de salud, sigo yendo también. También echo una mano en la madrugada del Viernes Santo. Hago chocolate y café para todos los que están arreglando los tronos: Vicenta, Elisa, Carmen… A las siete de la mañana iba a la panadería de Corral a por los molletes. Esa noche hay mucho trabajo. Y ahora, a pesar de estar con mi problema en el pecho y la mano, doy veinte vueltas al día. Si con la mano buena puedo sacar la bolsa de basura o barrer, lo hago.
También sueles colaborar, ¿no? Colaboro mucho, me sale de dentro. Viene cualquier cosa y ahí estoy. Cada Domingo de Ramos cuando vienen pidiendo les pongo una mesa que no veas y suben Sebastián Luque, Antonio Harina, Jesús Robles o Rafael Durán. A los pregoneros también les he hecho buenos platos o para la Zambomba que hicieron los jóvenes. Bueno, y con la lotería soy una campeona. Me dan muchos tacos y todos los vendo, soy un hacha.
Actualmente, ¿cómo vives la Semana Santa? Llevo 24 años ocupándome de los mandos, las mujeres de los generales. Sus maridos están desfilando y ellas se quedan solas. La primera vez fue en la casa de Josefina porque ella se vestía de mantilla y no podía; yo le echaba una mano, le fregaba y demás. Ahora vamos con Mari Domínguez y la mujer de José Antonio García. Vamos a las esquinas, suben al balcón para ver la procesión, nos ponemos en la puerta de Juanito Carrasco para que vea el detalle del trono, luego a la casa de Sebastián Luque, José y Cristóbal. Y finalmente, las incorporo detrás de la Virgen. Yo me pongo mi chaquetita, mi trajecito y me voy para La Villa, disfruto mucho. Este año vinieron diecisiete.
Tienes un contacto muy cercano con ellas, ¿no? Fíjate la amistad que tengo que el Grupo de Intendencia me hicieron Hermana Honorífica de Santa Teresa de Jesús. Tengo mucho contacto con ellos, con el General Máximo, Alejo, General Budiño, Martín, el coronel de Ceuta que ya es General… Cada Viernes Santo voy a cenar con ellos porque Sebastián no me deja y me uno. Le doy una docena de empanadillas y de magdalenas a cada una de ellas. Fíjate el cariño que me tienen que hasta Budiño y Máximo en una ocasión se saltaron el protocolo en La Villa y vinieron a saludarme y abrazarme porque sabían que me había operado del pecho.
¿Cómo es la rivalidad entre blancos y negros? Yo me trato con los negros, rivalidad ninguna. Le hablo muy bien a Francisca y a sus hermanos. Colaboro siempre: en el besapiés de Padre Jesús, cuando vienen pidiendo o incluso, si han hecho una fiesta, como antes la hacían en San Benito, les he llevado una tortilla, al igual que la llevaba a nuestra Casa de Hermandad.
¿Qué momento destacarías de la Semana Santa? La madrugada del Viernes Santo. Es noche de risa y cachondeo. Llevo aguardiente y mistela y cuando no, lo echan de menos. A Jesús Robles le encanta. También me gustaba mucho llevar a la calle Cantarería las magdalenas y la copita de aguardiente a las mantillas.
¿A qué titular de la Vera Cruz le tienes mayor devoción? Yo el Amarrao y cuando le cantan la Salve a la Virgen de los Dolores, en el último párrafo que dice “madre mía no me olvides, no me eches”. Siempre lloro. Y otra que le tengo mucha devoción es la Virgen del Carmen, este año le regalé los cordones del estandarte.
¿Qué persona destacarías que ha estado a tu lado en la Hermandad? Si te digo la verdad, quiero mucho a Josefina. Es una persona que si me pasa algo es la primera que viene, le cuento y ella me aconseja. A Sebastián también lo quiero mucho.
¿Qué futuro le ves a la Vera + Cruz? Con los jóvenes, el futuro está asegurado. ¿Cómo está trabajando por la Hermandad la actual Junta? Lo hacen tan bien. Dan muchos donativos en el pueblo y a las Hermanitas de Ronda. Esto es Hermandad, tienen fuerza para trabajar. Para mi, son formidables, te lo digo de verdad. Donde llega la Hermandad y mi Amarrao, no llega nadie.
Gracias Mercedes por abrir tu corazón y poder plasmar tu trabajo es nuestra revista. Tu labor y pasión por esta Hermandad es digna de admirar. No cambies esa manera de disfrutar y de vivir nuestra Semana Santa.
Manolo Bastidas nació en 1932, por lo que sus primeros años de vida estuvieron marcados por la pobreza y el hambre. Su oficio de panadero en la Calle Cádiz le ha permitido estar muy vinculado a Los Blancos y colaborar en todo lo que ha podido.
P: Manolo, ¿cuál es su vínculo con la Hermandad de la Santa Vera Cruz?
R: Desde pequeño he tenido una inclinación hacia Los Blancos y siempre me han gustado. No he sido de tener mandos, pero he estado toda mi vida colaborando en todo lo que he podido, siempre he estado ahí.
P: ¿Sus padres y hermanos también pertenecían a la Hermandad?
R: No, mis hermanas eran mayores que yo y vivían fuera, por lo que no han vivido esto. Mis padres llevaban el campo y la panadería y no se metían en asusto de hermandades. En sus tiempos ni las había. Aquella época era muy difícil, no había ni para comer.
P: Entonces, ¿cómo vivía la Semana Santa en su infancia?
R: Cuando yo era pequeño no había ambiente ni nada y después vinieron los años del hambre y las cartillas de racionamiento. Recuerdo que en la Iglesia no había santos, solo un almacén de trigo porque los agricultores lo tenían que entregar y luego lo vendían a los molineros. Pero sí recuerdo que sacaban los santos para que lloviera, pero no procesiones como las de ahora.
P: Y ya cuando fue mayor, ¿qué recuerdos tiene de la Semana Santa?
R: Ya cuando empezaron las hermandades había más movimiento. Se vestía muchísima gente de mantilla y de penitente. Yo me he vestido un montón de años y también he llevado el trono, porque antes los pasos tenían que ser llevados por los hermanos. Recuerdo que nos íbamos turnando unos con otros porque había poco personal. En Semana Santa, Setenil ha tenido fama a diferencia de los pueblos de alrededor, por lo que ha acumulado mucha gente. Y yo disfrutaba mucho porque venían mis hijos y nietos.
P: Entre los hermanos, ¿cómo organizabais los días de Semana Santa?
R: Nos reuníamos en La Villa, decidíamos lo que se iba a hacer y hacíamos una petición para juntar dinero. Los hermanos más pudientes aportaban lo que podían y se iban pagando los gastos de la Semana Santa, que siempre eran superiores a lo que se recogía. Las flores, la música y eso había que sacarlo de ahí para que esto siguiera hacia adelante. Ahora salen el Domingo de Ramos y el pueblo colabora.
P: ¿Qué amigos y hermanos estaban con usted en la Hermandad?
R: Cuando más joven recuerdo a Rafael Durán o a Paco el del chalet, primo de Paco Ordoñez. También estaba Enrique Valencia, pero era negro. Ya cuando más mayor nos juntábamos con otros amigos y cuando terminaba la procesión nos íbamos un rato a la Plaza a tomar una cerveza o lo que fuera, porque no había otra cosa.
P: Manolo trabajando en la panadería, ¿cómo compaginaba estos días tan señalados?
R: En Semana Santa había muchísimo trabajo. Hoy no es ni remotamente lo que era antes. Además de hacer mucho pan, en los días previos la gente hacía los tradicionales dulces, tortas o magdalenas, y los clientes venían a cocerlo a la panadería. Es decir, cada clienta elaboraba sus dulces en casa y luego venían a la panadería con sus moldes y yo se los metían en el horno y se los preparaba. Recuerdo que algunas veces la procesión ya estaba en la calle y todavía cociendo dulces. También vendía helados y eso durante las procesiones, eran unos días muy intensos y no se paraba.
P: Para que nos hagamos una idea, ¿cuánta cantidad de dulces podría hacer una familia?
R: Por ejemplo, una familia hacía unos 12 kg de tortas de masa, o siete u ocho docenas de huevos para magdalenas seguro. También venía familia de fuera y querían que no faltara de nada.
P: Y también hacía el pan para los bocadillos de los músicos, ¿no?
R: Claro, se hacían los bollos para los músicos de las hermandades, yo se los he hecho tanto para los Blancos, como para los Negros. Recuerdo un año que, como Rafael Corral era el Mayordomo de Los Blancos, él casi siempre hacía el pan y los bollos para sus músicos. Pero una vez cayó malo y estando la procesión en la calle, tuve que liarme a hacer bollos porque me lo encargaron corriendo. Ni me lo pensé, lo hice por la hermandad y por compañerismo hacia Rafael.
A pesar del gran trabajo, era muy gratificante darle el servicio al cliente y luego vestirse de penitente o llevar el paso. Acababas reventado, pero se acudía por la devoción; y luego cuando pasaba, te sentías satisfecho por lo bien que había salido todo, una satisfacción tremenda en todos los aspectos.
P: ¿Qué recuerda de la rivalidad entre Los Blancos y Los Negros?
R: Al principio no había rivalidad, pero con los años y al traer las bandas de música era un calentamiento. Había una pugna muy grande, mucho más que ahora. Entre mis amigos siempre nos peleábamos, pero la mayoría éramos blancos.
P: Y de las bandas de música, ¿qué recuerda?
R: Cuando era más joven, venían solo unos cuantos músicos que tocaban detrás y ya después vinieron las bandas grandes. Antes con poco había que hacer el avío con lo que fuera. Recuerdo que José Domínguez, el Mayordomo de la Hermandad, se sacrificaba mucho.
P: ¿Qué cambios percibe entre la Semana Santa de aquellos momentos y la de ahora?
R: Hay unos cambios muy importantes porque ahora se vive mejor y en mejores condiciones y hay más ambiente.
P: ¿Se organizaban unos actos diferente a los de hoy?
R: Sí. Recuerdo que los Viernes Santo cuando traían al Cristo, lo dejaban en el altar y por la tarde daban el Sermón de las Siete Palabras y finalmente, se pasaba al sepulcro. Entonces, mientras se bajaba el Cristo del altar Sebastián El Tejón, que cantaba en esos momentos, cantaba en cada estación una saeta y estaba muy bonito. El cura decía las estaciones, Sebastián iba cantando y luego lo metían en el sepulcro y ya salía la procesión del Santo Entierro. La Iglesia se llenaba a tope.
P: ¿Qué recuerdos tiene del tradicional lavatorio?
R: Era los Jueves Santo por la tarde. Salía como una procesión de doce penitentes vestidos de apóstoles y andaban con la música detrás. Le daban la vuelta al pueblo y después venían a la Iglesia y el cura le lavaba los pies sobre el altar. Es una procesión que se ha perdido, pero era muy bonito.
P: Manolo, ¿a qué titular de la Hermandad de Los Blancos le tiene mayor devoción?
R: Me tira el “Amarrao” a la Columna y el que viene de San Sebastián también, el Cristo y Santo Entierro.
P: Y con respecto a su familia, su mujer, hijos y nietos, ¿también pertenecen a Los Blancos?
Sí, les gusta a todos. Recuerdo que cuando nació mi hijo mayor, Pedro, José Domínguez me llamó por el balcón y me dice “ya tengo a tu hijo apuntado, que se llama Pedro como tu padre” y él siempre ha colaborado. Son cosas que no se olvidan. Carmela, mi mujer, se vestía de mantilla y arreglaba a muchas amigas también. Mis hijas han arreglado los tronos y se han vestido de mantilla. Y mis nietos han venido todos los años y se han vestido todos de penitentes o de mantilla (las niñas). Mi nieto Rubén siempre ha llevado los tronos.
P: ¿Qué siente cuando ve que a sus hijos y nietos les gusta Los Blancos?
R: Me siento orgulloso de que sigan la misma tradición que ha tenido su abuelo.
P: ¿Se siente orgulloso de pertenecer a la Hermandad de la Santa Vera Cruz?
R: Si que estoy orgulloso de pertenecer a la Hermandad. Siempre me ha tirado, me ha gustado mucho y he colaborado en todo lo que he podido. Es muy bonito pertenecer a Los Blancos, se lleva dentro y se siente, porque yo siento mi hermandad.
Gracias Manolo por contarme todas sus anécdotas, vivencias y devoción por la Hermandad de la Santa Vera Cruz y así, haberme permitido reflejar en esta revista, el trabajo durante años y su colaboración con Los Blancos.