Paca Domínguez: “Cuando pasa por mi puerta le digo: Dios mío que te vea el año que viene”

CARMEN GONZÁLEZ GUERRERO
Publicada en la Revista Vera+Cruz 2025

Paca Domínguez nació en La Ventosilla en 1943. Mujer de Sebastián “Harina” y madre de cuatro hijos. Durante toda su vida ha acompañado a la Virgen de los Dolores cada Viernes Santo, siendo una de las mantillas más fieles de Los Blancos.

Abuela, ¿cuál es tu vínculo con la Hermandad de la Santa Vera Cruz?
Yo soy blanca desde que nací en la Ventosilla. Tanto mis padres como todos mis hermanos eran blancos, menos mi Cristóbal que, no sé por qué, era negro. También, como mi madre sacaba los mandados de la casa de Domínguez, pues te inclinaba más para los Blancos y todos fuimos blancos: mi hermano Alonso, Enrique, Rafael… Todos.

¿Cómo eran antes las procesiones de entonces? ¿Qué recuerdas?
Antes no nos vestíamos con la ropa blanca, como ahora; solo paseábamos para arriba y para abajo y esperábamos la procesión en la Plaza. Recuerdo que los tronos eran más corrientes, no con el lujo que hay ahora. No había tantos enseres. Pero las procesiones eran más bonitas, más a lo antiguo, más recogidas.

Cuando te casaste, ¿continuaste siendo igual de blanca?
Claro. Cuando me casé y me vine a la calle Alta con el abuelo Sebastián, como también era blanco, empecé a involucrarme más. Le saqué la ropa a la tita Tere y Paquita; y ya más adelante, como la ropa de la hermandad estaba muy vieja, se la hice a tu padre (Antonio). Eso fue cuando se la hicieron unos cuantos como José Antonio el de Josefina, y aproveché, pero como era tan alto le tuvo que sacar un añadido por debajo.

Tu actual casa era la casa de Domínguez, antiguo Hermano Mayor de Los Blancos…
Sí, aquí antes se guardaba la ropa de la Hermandad, como la de los romanos cuando se vestían el Domingo de Ramos con la Borriquita. También nos dejó un Amarrao pequeño que lleva en la casa toda la vida, le tenemos mucho cariño. Además, la casa tiene una habitación que todavía le decimos “la habitación de Domínguez” porque era donde el dormía.

¿Cómo eran tus días de Semana Santa?
Venía toda mi familia de Ronda, de Santander, mis hermanos… la casa siempre llena. Y a tu abuelo le encantaba tener las puertas abiertas y las luces encendidas e invitar a todo el que pasara. Recuerdo que los primos de fuera, que no estaban tan relacionados con la hermandad, siempre querían vestirse porque nos veían a nosotros. Todos nos íbamos a la procesión y la casa llena de gente de fuera.

¿Qué recuerdos tienes de esos momentos?
Muy bonitos. Era un orgullo porque todo el que pasaba, entraba. La puerta de “Bastián Harina” siempre estaba abierta. Aunque a mi me gustaría que me dijeran “Yamboy” como a mi padre le decían.

¿Cómo era la Procesión de El Silencio?
Cuando era una niña, me esperaba en la Ventosilla y me asomaba a una ventanita que tenía mi madre en la habitación, porque antes no dejaban a las mujeres que la vieran, solo podían ir de penitencia, que iban menos que ahora, pero con mucho más respeto. No había niños, ni gente por las esquinas. Ya una vez casada, dejaba a los niños acostados y me asomaba, pero a San Sebastián nunca he subido.

El abuelo Sebastián llevaba el Cristo de la Vera Cruz en la Procesión de El Silencio, ¿no?
Sí, porque antes lo llevaba su padre, Antonio. Y ahora lo lleva el tuyo. A mi me gustaba subir a la Iglesia para verlo de meter el Cristo de rodillas, aunque no se ve nada, pero se escucha y pone los vellos de punta. Recuerdo que el abuelo trajo al Cristo de la Vera Cruz en la furgoneta de una restauración, le gustaba mucho. Ya cuando empezó a ser tu padre más mayor, yo le decía “¿el Antonio lo ha cogido?” y ya él me decía “sí lo ha cogido un par de veces…”.

Este amor que le tienes a la Hermandad, ¿se ha inculcado de generación en generación?
Claro. Cuando llegaba el Jueves o Viernes Santo todos se arreglaban aquí. “Ya está en la Plaza la banda” … y todos corriendo para verla. Mis hijas todas se han vestido de cuadritos y de mantilla. Tere y Paquita se tiraban toda la noche poniendo claveles y tu padre, ya ves, solo quiere blancos y su trono. También Miguel Ángel y Sebastián se han vestido siempre y tienen su ropa aquí. Diez nietos que tengo, diez blancos. Orgullosa desde el más chico al más grande.

Estando siempre en la tienda, ¿cómo compaginabas el trabajo?
Había mucho trabajo. La tienda se abría hasta el mismo Jueves Santo y se vendía mucho porque por aquí vivía mucha gente. Cuando mi Tere fue más grande, se quedaba en la tienda y yo preparaba para los días grandes o también por la noche cuando estaban todos acostados. Mucho limpiar y cocinar para que estuviera todo arregladito.

¿Qué se hacía de comer?
Antes se hacía potaje, guiso de bacalao, ensaladilla, natillas, arroz con leche… Yo hacía una fuente “como un demonio” que tenías bacalao para más de una semana.

¿Cuándo empezaste a vestirte de mantilla?
Cuando me casé. Me he vestido muchísimos años. Me gustaba mucho, a mi todo ese jaleo de Semana Santa, de procesión, mantilla, siempre me ha gustado. Me ponía el vestido, la peina y me iba.

¿Qué anécdota me puedes contar estando de mantilla?
Un año que mi hermano Frasquito se tiró toda la procesión detrás de mí diciéndome piropos y ¡qué vergüenza! Recuerdo que me tenía que esconder porque cada vez que me vía me decía “Ay mi Paca la mantilla más guapa”. Era muy cariñoso.

¿Recuerdas las mujeres con las que te vestías?
Íbamos muchísimas: la hermana de Filo, Maruja; la de Pedro que vivía en la calle Vilchez; la tita Paca; Carmelita Domínguez; Josefina Villalón; las de Corral; alguna de mi familia de Ronda que yo calentaba para que se vistiera… La peina me la ponía mi vecina Elena, que también me la puso cuando fui madrina. Pero sí, me gustaba mucho. Ahora porque no puedo con las piernas, si no me vestía.

¿Qué recuerdas de la rivalidad entre blancos y negros?
Siempre había “follines”, pero yo en cuanto escuchaba algo le decía a tu abuelo que no se metiera en nada. Y después el Domingo de Resurrección, todos juntos en el Bar de “Guayeja” o en Palmero, blancos y negros. Siempre ha venido muy buena música, siempre en secreto. El abuelo en cuanto escuchaba los tambores… corriendo para la Plaza, porque no se sabía nada hasta que no llegaba.

¿A qué imagen la tienes mayor devoción?
A mi me gusta mucho la Virgen de los Dolores, pero el Santo Entierro en la urna… Le he pedido mucho. Yo siempre le digo cuando pasa por aquí “ay Dios mío de mi alma que te vea el año que viene otra vez”.

¿Cómo crees que están trabajando las juntas actuales?
Muy bien. Tanto Sebastián Luque con todo el tiempo que ha estado, como Isabel María, que está muy bien que sea una mujer, es la única.

¿Le ves futuro a la Hermandad?
Yo creo que sí. Ahora hay mucha juventud. Mira, por ejemplo, en el ensayo del trono con Canal Sur, cuántos niños de verde y qué bonito estaba el trono hasta sin nada encima.

¿Estás orgullosa de ser blanca?
Yo sí, mucho. Además, tengo una estación a mi nombre que es la 11. Yo siempre voy a ser blanca y más, por el abuelo.

En primer lugar, me gustaría agradecer a la Hermandad por permitirme realizar esta entrevista, una de las más especiales para mi. Y como no, a ti abuela. Gracias por mostrarme tus sentimientos y permitir que queden reflejados para la posteridad, siendo parte de la historia de Los Blancos. Te quiero.


Descubre más desde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.