“Siempre hemos llevado la Semana Santa en el corazón, desde chiquititas”

CARMEN GONZÁLEZ GUERRERO
Periodista en Tele Alcalá

Publicado en la Revista Vera+Cruz 2020

Maruja (92 años), Elena (85 años) y Cándida (que cumple los 90 el próximo Viernes Santo) son unas de las mujeres más veteranas de la Santa Vera+Cruz. Procedentes de familia blanca que desde pequeñas le han dedicado su esfuerzo y han trabajado por y para la Hermandad. Cándida cuenta que su tía Francisca Guzmán, que estuvo en el Convento Carmelitas Descalzas, le enseñó a bordar en oro a mano y entre las dos bordaron el Estandarte de la Hermandad y también la colchita del Sepulcro. Y cambiaron el oro del manto de la Virgen del Carmen.

Elena y Cándida, ¿de dónde procede ese vínculo que tenéis por la Hermandad de la Santa Vera Cruz?
Elena: Yo siempre he vivido la Semana Santa desde cerquita y soy blanca desde que nací. En mi familia todos eran blancos.
Cándida: Así es, desde mi abuela hasta mi nieta, todos somos blancos. También hemos tenido la suerte de que los maridos también han sido de la Hermandad y no tenemos ninguno de Los Negros.
Elena: Mis hijos también son todos blancos y lo han cogido de nosotros. Tengo un nieto, mi Francisquillo, que es muy gracioso; dice que le gustan Los Negros, pero al ratito cambia de opinión. Lo hemos mamado desde chiquitita.

¿Qué recuerdan de la Semana Santa de vuestra infancia?
Cándida: Tan bonita como ahora. Recuerdo que nos vestíamos de mantilla el Jueves Santo y el Viernes Santo, los dos días. Con los guantes blancos y una flor en el pecho el Jueves Santo, y el Viernes Santo, ya con el rosario, guantes negros y de luto. Mi tía me hizo una camelia preciosa para ponérmela.
Elena: Los vestidos eran por debajo de la rodilla, no largos como ahora. La peina nos la ponía María Ortiz, la mujer de Domínguez. Recuerdo unos días muy bonitos y grandes para nosotros, vivíamos la Semana Santa de verdad. Y claro, viviendo en una calle tan blanca (Calle Cádiz), estábamos siempre de un lado para otro: “una copita aquí, vamos a que nos pongan la mantilla a la vecina… y así”. Recuerdo que la casa de Isabel “La Chinorra” siempre estaba llena.

Habéis vivido muy cerquita de Domínguez, ¿qué recordáis de él?
Cándida: En la casa de Domínguez estaba todo. Hemos tratado mucho con ellos, ya ves, tal como iban naciendo, los iba apuntando a Los Blancos. Me acuerdo de Encarna Luque que trabajaba en la tienda de José y a su mujer, María Ortiz. Ella trabajaba mucho por la Hermandad. 

¿Qué mujeres se vestían de mantilla en aquellos momentos?
Elena: Había muchas mantillas porque había mucha juventud. Yo recuerdo más recientemente cuando se vestían Carmelita Zamudio o Carmelita Peña.
Cándida: Cuando yo me vestía, recuerdo a mi hermana, a Filo y Aurora Ortiz o Mercedes Hernández. Recuerdo un año que mi hermana Elena no se vestía y el Jueves Santo en la misa la convencieron y le dieron hasta la ropa para el día siguiente.
Elena: Sí, Pepa Sánchez mandó a Arriate a por la mantilla; María Zamudio, el vestido; y mi tía Frasquita me dejó los zapatos. Me tuve hasta que meter un trozo de algodón en la punta porque me estaban grandes.

¿Notáis diferencias de la Semana Santa de aquellos momentos con la de la actualidad?
Cándida: Hay una diferencia grande, ahora hay más lujo y antes había más necesidad. Se ha pasado muchas dificultades y ha cambiado la Hermandad al 100%. Por ejemplo, antes se salía solo con la túnica blanca y luego vinieron las capas, los capiruchos verdes… La Virgen iba muy pobre y mira como está ahora. También recuerdo que se celebraba un Quinario y la iglesia siempre estaba llena.
Elena: Así es, cada uno sacaba lo que podía. Antes el traslado del Cristo el Miércoles Santo era más íntimo, pero con el paso de los años yo he podido cogerlo, las mujeres ya lo podemos coger.
Cándida: Yo no he llegado a cogerlo, pero recuerdo que antes los Miércoles Santo los hombres que portaban al Cristo, se quedaban velándolo toda la noche.

¿Cómo habéis trabajado en la Hermandad? ¿Cuál ha sido vuestro granito de arena?
Elena: Yo he limpiado los cirios, la plata, todo. El lunes salía de mi casa y llegaba a las tantas de la iglesia. Y después, cuando terminaban las procesiones, otra vez a recoger, limpiar y a quitar cera. Antes todo era a mano y había mucho más trabajo.
Cándida: Yo de soltera iba a limpiar con mis hermanas.

¿Qué anécdotas recordáis de esos momentos de trabajo?
Elena: Recuerdo que íbamos al campo a coger flores para el trono, porque no había. Un año olía a pipi porque las habíamos cogido del campo, del suelo. Nosotras recogíamos las flores, pero había mujeres mayores que decoraban el trono.
Cándida: María Ortiz hacía unos altares preciosos, ya no se han vuelto a poner tan bonitos.

¿Qué personas estaban con vosotras en aquellos momentos?
Elena: Mis amigas. Eran muchas blancas y cuando no estaban ellas, las vecinas. Donde había tantas, lo pasábamos estupendamente, no estábamos ni cansadas.
Cándida: Yo recuerdo a Anita Marín, Mariquita, Aurora Ortiz o Mari Loli. Sin embargo, mi mejor amiga era negra, la mujer de Juan Camacho.

Tengo entendido que el Estandarte de la Hermandad lo bordó usted, ¿no Cándida?
Cándida: Sí, eso fue hace más de setenta años. Mi tía Francisca Guzmán estuvo en el Convento Carmelitas Descalzas, allí cayó mala de la pierna y se tuvo que venir. Entonces, ella me enseñó a bordar en oro a mano y entre las dos bordamos el Estandarte de la Hermandad y también la colchita del Sepulcro. Además, al margen de Los Blancos, entre mi tía y yo cambiamos el oro del manto de la Virgen del Carmen de una tela a otra porque se puso fea.

Y viviendo en una familia de blancos, ¿cómo vivíais el día a día de la Semana Santa?
Cándida: Exactamente igual. Recuerdo que nos liábamos a hacer tortillas de patatas, de espárragos y potajes. Aquí en mi casa comíamos por lo menos treinta o cuarenta personas. Además, antes los amigos de mi hijo paraban el trono delante de mi puerta y también entraban.
Elena: Sí, igual, porque mis padres eran muy apretados. Siempre hemos llevado la Semana Santa en el corazón y la hemos vivido desde chiquititas. Bregando con todos los blancos pues estaba una más entusiasmada, igual que les pasa a mis nietos. Cuando más gracia me hacía era cuando mi padre escuchaba un tambor y salía corriendo a verlo. Le decíamos “¡Chiquillo que te vas a matar!”, pero no lo podía remediar, era muy apretado.
Cándida: Yo recuerdo cuando mi padre le daba el tradicional donativo a la Hermandad el Jueves Santo cuando pasaba el Amarrado a la Columna. Él era muy blanco, lo demostraba más que mi madre.

Y en cuanto a las bandas de música, ¿qué recordáis?
Cándida: Ha habido muy buena música siempre. Recuerdo el año que trajeron a Brunete, venían tantos militares que la gente se asustó creyendo que iban a tomar Setenil.
Elena: La mejor música ha venido aquí. Cuando yo me vestí la primera vez vino la de Valdemoro. Han traído la Marina entera, la Guardia Civil, los caballos, los Paracas… Todos los años venían diferentes, ahora vienen bandas buenas pero las mismas todos los años. Actualmente es más difícil.

¿Cómo era la rivalidad con Los Negros?
Elena: ¡Ay! Yo me metía tanto con los negros… Me decían “¡No puedo contigo!”. Pero siempre rivalidad sana. Discutía mucho con el marido de Paquita la del Correo, Antonio, pero siempre sin faltar el respeto.
Cándida: Mi vecino era Camacho y siempre estábamos picándonos entre una cosa y otra.

Sé que a la Procesión del Silencio le tenéis especial devoción, ¿cómo la describiríais?
Elena: La Procesión del Silencio era lo más bonito y lo que más se respetaba. Con todo el pueblo oscuro, teníamos que ver el paso por la ventana sin que ellos te vieran. Ahora ese silencio no está tan presente. Para mí como la Procesión del Silencio, no hay ninguna.
Cándida: Los hombres que iban detrás del Cristo de la Vera Cruz llevaban capas negras y Picamí era el que cantaba el Miserere. Él fue el primero y luego, fue Paco Sánchez y mi tío Frasquito. Recuerdo que muchas penitencias se ponían de rodilla desde la puerta de Domínguez hasta la Iglesia. Había mucho respeto y devoción.
Elena: Yo he estado saliendo de penitencia por lo menos quince años y mi hija lo mismo. Unas veces descalza, otras normal. Mi hermana una vez.

¿A cuáles de nuestros titulares le tenéis más devoción?
Elena: Yo al Cristo. Siempre le he tenido una devoción muy grande.
Cándida: Yo al Señor Amarrado a la Columna.

Y actualmente, ¿cómo vivís el día a día de la Semana Santa?
Elena: Yo la sigo viviendo como si tuviera siete años, pero llevo unos años que me falta mi marido. Lo veo todo desde mi casa, cuando pasa la procesión por mi calle, me bajo a la Calle Ronda y la vuelvo a ver.
Cándida: La vivo con mucha alegría.

¿Le veis futuro a la Hermandad de la Vera Cruz y a su Semana Santa?
Elena: Yo le veo mucho futuro. Nada más hay que ver lo bien que llevan los tronos y los unidos que están, para el pueblo tan difícil que tenemos. Tenemos una Hermandad que muchos quisieran tener.
Cándida: Sí, cada año va mejorando.

Y en cuanto a la Junta de Gobierno y aquellas personas que están trabajando por Los Blancos, ¿Cómo creéis que lo están haciendo?
Cándida: Trabajando como unas fieras, que se lo digan a mi hija. Antes se le decía Sevilla la Chica.
Elena: Trabajan porque lo sienten, como antiguamente. Para que salga siempre mejor.

¿Qué sentís cuando veis que vuestros hijos y nietos siguen siendo tan blancos como vosotras y vuestros padres?
Cándida: Muy orgullosa. Al ser más jóvenes son más apretados.
Elena: Claro, tenemos mucho orgullo porque te van siguiendo.

Muchas gracias a las hermanas Zamudio Guzmán por abrirse a contarme todas sus historias y su amor por la Santa Vera Cruz y así, haberme permitido reflejar en esta revista, el constante trabajo y su labor por la Hermandad durante tantos años.


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